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Hay un Dios. Sólo un Dios, de hecho, y él es el Creador de todo. Estamos hechos a su imagen, lo que significa que somos como él en muchos aspectos, excepto que él es Dios y nosotros no lo somos. Él es amoroso y justo, y desea tener una relación personal con nosotros. Como individuos con libre albedrío, tenemos la libertad para responder positivamente a la relación que Dios ha iniciado con nosotros, o no.
Somos libres de elegir vivir fuera de la realidad que Dios tiene para nosotros, tal y como nos explica la Biblia. Dicho de otra manera, muchas de las decisiones que tomamos nos acercan a Dios o nos alejan de él. Es a la separación de Dios que llamamos pecado.
A pesar de todo, Dios nos sigue amando e invitando a venir a él.
De hecho, Dios nos ama tanto que envió a su único hijo, Jesús, a morir en la cruz para que el resto de nosotros podamos vivir. La consecuencia del pecado era la separación de Dios – la muerte espiritual–, hasta que vino Jesús y su muerte pagó la deuda de todos. Debido a ese amor, la invitación de Dios está esperando a todo aquel que quiera recibirla. Esto se llama Gracia.
En cuanto a nosotros, sólo tenemos que decidir si deseamos o no creer y recibir lo que Dios nos ofrece. Si decidimos creer, tenemos a nuestra disposición una nueva vida, la vida plena que puede empezar ahora y no terminar nunca.